13 de mayo de 2010

El tratamiento de la alimentación en la escuela

Hasta no hace mucho, la educación de los hábitos alimenticios desde la escuela, cuando se hacía, se desarrollaba desde el área de ciencias naturales, con un enfoque eminentemente higienista y de conocimientos sobre dietética, estudiándose de forma académica los procesos fisiológicos de la nutrición y apoyado fundamentalmente en textos escolares. Más recientemente se ha apostado por enfoques globalizadores, donde partiendo de un enfoque funcional y con proyección social, con el fin de potenciar la calidad de vida, se han buscado formas de intervención de carácter investigativo.

Así, se ha pasado de temáticas como el sistema digestivo, los nutrientes, la asimiliación de alimentos, a otras como para qué comemos, qué nos gusta comer, cómo se debe comer, etc. Es decir, se ha pasado de un tratamiento academicista estanco de temas de alimentación y nutrición, a un tratamiento transversal e interdisciplinar. Todo ello, además, muy unido a la educación para saber consumir adecuadamente.

Es evidente el empeoramiento de los hábitos alimenticios de nuestra sociedad. Frente a esta situación, se debe actuar considerando que la alimentación constituye un marco de conocimientos y experiencias que van a permitir alcanzar una beneficiosa promoción de la salud.

La eficacia en intervenciones en educación para la salud, donde habitualmente se desarrollan trabajos de hábitos alimenticios, mejora si:
- La orientación no se ha centrado sólo en aspectos puramente biológicos.
- Se ha seguido una metodología participativa.
- El programa de intervención está bien definido y estructurado, habiéndose integrado en el currículo de forma transversal y en espiral.
- Ha logrado la implicación y participación del alumnado, familia y servicios sanitarios.

Con estas consideraciones se puede comprobar que el éxito de un programa de alimentación en el centro escolar viene establecido por la metodología de trabajo.

Para el tratamiento de una enseñanza de la alimentación en la escuela, se deben tener en cuenta dos características básicas:
- Plantearse de forma lúdica, para estimular el interés y motivación del alumnado.
- Que los aprendizajes sean significativos, para lo cual se debe implicar cognitivamente a la persona para que resuelva un problema concreto sobre su forma de alimentarse o de la comunidad.

Como ejemplo os presento la Propuesta de educación para la salud en los centros escolares desarrollada por las Consejerías de Sanidad y Consumo de la Junta de Andalucía en 1990, donde se enumeran los siguientes tipos de tareas o actividades:
1º Análisis comparativos y críticos sobre conceptos de alimentación y nutrición.
2º Visitas a centros de producción y venta, con tareas previas, durante y después de la visita.
3º Trabajos en laboratorio sobre experimentos sencillos.
4º Seguir la pista de un alimento desde su origen hasta su consumo.
5º Producción de alimentos y talleres de cocina.
6º Análisis de etiquetas.
7º Análisis de la dieta, real o ficticia.
8º Archivo o intercambio de recetas a partir de platos idénticos.
9º Publicidad, haciendo un análisis crítico y terminado con una propuesta de antipublicidad (anuncio adecuado).
10º Evolución histórica de los alimentos.
11º Entrevistas preparadas para debatir con un experto y encuestas para diagnosticar las creencias y comportamientos en hábitos alimenticios.

Por supuesto, estas actividades deben ser tanto secuenciadas como adaptadas a los diferentes niveles educativos.

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